El funcionamiento de las organizaciones
Inicialmente se podría definir a una organización como un fenómeno humano que se esfuerzan coordinadamente y utilizan recursos para lograr un fin en común. Éste fenómeno está ligado con la propia naturaleza del hombre, su comportamiento y su necesidad de mantener un orden social que garantice su supervivencia.
Es muy importante no perder de vista que la organización no es un ente formado por “partes”, sino por personas con pensamientos y una cultura particulares para cada una de éstas. Entonces si se quiere mejorar el desempeño de una organización no se debe apuntar directamente a un nuevo diseño o ajustes en los procesos, sino a expandir el compromiso, de manera que cada persona que integra la organización brinde lo mejor de sí para lograr el beneficio común.
Lo que hace sistema a una organización es la interrelación que existe entre cada una de las partes que la conforman. Es por esto que podemos decir cosas como:
- Todo tiene que ver con todo.
- Nada se presenta de forma aislada.
- Todo cambio que se presenta de forma aislada siempre desencadena un cambio integral.
Ahora que ya tenemos una aproximación del concepto de la organización, y la organización como sistema, veamos algunas de sus características:
- Permeable: al estar en permanente contacto con un contexto, es importante que la organización sea “permeable”. Dicho en palabras sencillas: la organización debe estar, siempre, atento a lo que sucede en su contexto. Muchas empresas fracasan por éste motivo; aquellas que no han sabido interpretar las tendencias que se estaban dando “afuera” y por lo tanto fueron arrasadas por la competencia (ninguna empresa vive en una burbuja).
- Compleja: por tener una raíz totalmente humana, el desempeño y evolución es realmente incierto (es por esto que la gestión requiere algo de intuición y algunos llegan a decir “administrar es un arte”). Los marcos con poca información, “borrosos” e inciertos, son aquellos en los que debemos acostumbrarnos a decidir.
- Dinámico: para sobrevivir deberemos estar siempre cambiando; cuando no estamos cambiando lo único que hacemos es dar la posibilidad a competidores de sacarnos ventaja. Muchos opinan que hay que cambiar sólo cuando estamos en crisis o algo no anda del todo bien; pero lo que deberíamos pensar es que siempre hay que cambiar, si por ejemplo algo está por buen rumbo, debemos cambiar para hacerlo marchar en un rumbo mejor aún.
El análisis del funcionamiento de una organización se suele estudiar a través de modelos. Hay cientos de modelos, algunos algo particulares, otros más generales.
No es válido ningún análisis organizacional que no tenga en cuenta al contexto, con el cual se producen acciones-reacciones de manera continua. Siempre, para analizar la realidad de una organización hay que hacer un estudio “de afuera hacia adentro”.
Ahora adentrándonos al interior de la organización, podemos definir tres dimensiones:
- Estrategia: decisiones y políticas que tienen que ver con la conducción de los negocios, el rumbo de la organización y el cumplimiento de sus fines; aprovechando oportunidades del contexto y teniendo especial cuidado en las amenazas del mismo; teniendo en cuenta también las fortalezas y debilidades de la propia organización.
- Cultura: valores, creencias, comportamientos, experiencias, etc.
- Estructura: más que nada se refiere a la división del trabajo dentro de la propia organización (jerarquías, procesos que ordenan tareas, etc.).
Estas dimensiones de una organización, interactúan de manera constante, se influencian y condicionan mutuamente. Cualquier cambio en uno de ellos, repercutirá en el resto.
Toda actividad empresarial parte de su estrategia; siendo la cultura y la estructura el soporte organizativo imprescindible para una efectiva implementación de la misma.